miércoles, 11 de marzo de 2009

Moyo, 7 de marzo de 2009

Suena el despertador antes de las 6 de la mañana, Moyo aun duerme y sólo se oye el ruido de algunos animales ahí afuera. Desayunamos a oscuras y deprisa pues a las 6:30 hemos quedado para ir a un monte cercano: el Otze. Con la escasa puntualidad ya esperada aparece una pick-up que nos llevará hasta las inmediaciones de la montaña. En ella están ya subidas tres monjas africanas, Viola una chica austriaca que está de voluntaria en el orfanato y el chofer de todas ellas. En la parte descubierta nos montamos nosotros junto a Grace y Jimmy, un joven sacerdote de Moyo.

Tras veinte minutos de trayecto paramos en un pequeño poblado donde se monta otro hombre, dice ser el guía que nos va a enseñar el camino hasta la cima. Llegamos al último poblado accesible con el coche antes del monte y al instante de empezar nuestra marcha se acercan unos hombres que dicen tener unas trampas para animales colocadas por la montaña. No dudan en unirse a nuestra cómica expedición.


Grace para convencer a las hermanas (sobretodo porque el coche de éstas es mejor para llegar hasta donde hemos ido) les dijo que era un pequeño paseo prácticamente llano. Por lo que ellas no pensaron mucho su indumentaria. Aparecen las tres con su vestido habitual, su obligatorio velo y un sinfín de capas y refajos. Además una de ellas va en chancletas, otra lleva un abrigo realmente gordo y la tercera una gorra de lo más chillona que no duda en colocar desde el primer momento sobre su perfectamente planchado y pulcro velo. Bonita estampa. Llaneamos menos de cinco minutos y en el primer leve repecho una de las monjas decide que ella y sus chancletas dan media vuelta, eso no es lo que esperaba. Tras el segundo repecho las otras dos están tentadas de hacer lo propio pero Grace se queda con ellas, carga su abrigo, sus refajos de más, sus cantimploras de los años de maricastaña y las convence a base de bromas.

(Vistas del Nilo desde Otze)

La montaña no es muy alta y sus repechos no son excesivamente duros así que nuestro mayor enemigo es el calor, a pesar de ello en unos cuarenta y cinco minutos estamos arriba. En la cima podemos apreciar las maravillosas vistas que tiene el Nilo (justo se ve por donde cruza el ferry a Adjumani), y al otro lado la frontera con Sudán. Después de recrearnos la vista con estos bellos paisajes pasamos a preparar unos deliciosos bocatas con el embutido que habíamos traído. Creemos que los amigos de las supuestas trampas han seguido el olorico del jamón pues en ningún momento han hecho mención de ningún cepo.

La bajada se nos hace algo más dura por el intenso calor pero enseguida llegamos al coche y emprendemos el camino de vuelta al centro. Allí nos aguarda uno cerveza fría, una refrescante ducha y una deliciosa comida (a la que por cierto también se apunta la sister que no pasó de los primeros metros de camino).

3 comentarios:

  1. Está claro que con un buen embutido en la mochila nada es difícil y que salen amigos allá por dónde vayas. jeje...
    Animo pareja y a seguir mostrandonos de forma tan directa las penurias que se viven no tan lejos de esta vida tan fácil que nos ha tocado vivir. La verdad que dan ganas de ir allá a ayudar a esta pobre gente...
    Un abrazo...

    ResponderEliminar
  2. Albert, guarda buenos apuntes de este monte y así lo metemos para el numero de junio de Goiti. Jajaja, que majas las monjas, bien preparadas para la expedición

    ResponderEliminar
  3. ke chulo,otra experiencia mas a la mochila...
    se os notaría en la cara ke oy ibais a comer embutidazo de casa...jajajja.
    seguid asi hermanos!!1abrazo

    ResponderEliminar